México necesita llenar ese vacío, y lo requiere de inmediato. La apuesta no puede ser tan sólo al liderazgo carismático, por fuerte que éste sea, sino a la conformación de un amplio tejido horizontal de las múltiples expresiones de ese descontento. La viabilidad de Morena como partido movimiento radica en ello, y aún está a tiempo de entenderlo y de enfilarse por ese sendero. Es seguro que hay en sus bases y en muchas de sus estructuras intermedias la vocación para entroncar no sólo en alianzas con las otras izquierdas electorales sino también con la legítima inconformidad surgida de todos los poros de la sociedad.
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